¿Te imaginas recibir el Premio Nobel de Economía y que cuando busques a ver qué dicen sobre tu trabajo merecedor de tal premio encuentres discusiones sobre si eres tía, tío, tíe o lavadora?
Lamento no ser Eduardo Garzón, entre otros… Como economista que soy, la deformación profesional que me precede es a leer e investigar sobre el trabajo meritorio de este galardón, no ponerme a debatir si muchos economistas hablarán o no de la ganadora, Claudia Goldin, por ser mujer o por no serlo.
Ni tampoco a gritar (a mi modo de ver) erróneamente, con titulares capciosos que destacan su trabajo merecedor del Premio Nobel como “pura demostración de cuánto importan las mujeres”. Creo que precisamente le hace flaco favor a ella misma y a las mujeres en general.
Esto es Economía Para Adultos, señores. El que quiera leer tintes políticos u oportunistas gracias a esta noticia que recurra a las fuentes de confianza para ello, este no es su sitio.
Entremos en la materia importante: La nueva Premio Nobel de Economía de 2023, reconocida el pasado 9 de octubre por la Real Academia de las Ciencias de Suecia, ha recibido el máximo Premio al que un economista puede aspirar gracias al trabajo que habla sobre la evolución de la incorporación de la mujer al mundo laboral.
Analiza por qué la incorporación de la mujer al mundo laboral fue tan tardía, qué factores ayudaron a su incorporación y qué determina realmente la brecha salarial entre hombres y mujeres (la llamada “brecha de género”).
En palabras de la autora estadounidense, se trata de una “revolución silenciosa”, donde en el marco de estudio que abarca desde finales del siglo XIX hasta la actualidad se distingue una evolución de un casi un 0% de tasa de actividad femenina, hasta el 80% actual que se equipara con el masculino.
La autora distingue cuatro etapas en su estudio, a saber:
- Etapa comprendida desde finales del siglo XIX hasta 1930.
- Desde 1930 hasta el final de la II Guerra Mundial (1945)
- Desde el final de la II Guerra Mundial hasta los años 70.
- Desde los años 70 hasta la actualidad.
Uno de los puntos más interesantes del trabajo es la relación que marca entre materias como la desigualdad de ingresos, los avances tecnológicos, la educación, inmigración y expectativas de las mujeres.
Este último punto es el que esgrime la estadounidense como punto central en la última frase para ayudar al crecimiento de la tasa de actividad femenina. El hecho de que las mujeres vean a coetáneas avanzando en sus carreras laborales y llevando la formación de una familia a periodos más tardíos, es algo que suma puntos para las mujeres de la época a la hora de incorporarse al mundo laboral (todo sumado a los grandes avances tecnológicos de ese último periodo, en concreto hablamos de la píldora anticonceptiva).
De hecho, no puedo sino destacar uno de los comentarios que ha realizado el economista Juan Ramón Rallo sobre este último periodo donde asevera que “la píldora empoderó a las mujeres a la hora de decidir el momento en el que se quedaban embarazadas”.
De hecho, este tema ya lo trató la autora en uno de sus papers anteriores al Premio Nobel junto con Lawrence F. Katz en 2002: “The Power of the Pill: Oral Contraceptives and Women’s Career and Marriage Decisions”.
Entre todo el marco teórico que contempla la autora, se trata también el problema de la brecha salarial entre hombres y mujeres que viene existiendo durante todas las fases. En este punto la autora establece que no significa que exista una discriminación estructural en el mercado de trabajo en contra de la mujer, sino que tendría una explicación económica.
Discrepa, por tanto, Claudia Goldin de la visión general sobre que la todavía existente brecha salarial entre hombres y mujeres, que no pueda ser explicada por diferencias en la relevancia del puesto de trabajo, del tamaño de la empresa o del nivel de estudios, sea causada por una discriminación a la mujer.
Para ella, esa diferencia salarial se explica a través de la economía: llegando a establecer que esta existe porque las mujeres prefieren una mayor flexibilidad laboral que los hombres.
En este sentido, habría empresas que tendrían difícil ofrecer esa flexibilidad en sus puestos de trabajo, bien porque la productividad total dependa de la suma de productividades individuales, de la categoría de servicios a proporcionar al cliente, etc.
Esa reducción de productividad sería la causante de que, en términos absolutos, partir una jornada de 8 horas a la mitad no suponga que la productividad media de las 4 horas de la jornada sea exactamente igual a la mitad que una jornada completa. Por lo que, el salario por hora percibido será menor que en el caso de una persona que sí tenga total disponibilidad.
Este es el punto más importante que recoge el trabajo de la Premio Nobel, bajo mi punto de vista, donde aparta la mirada discriminatoria en un gran porcentaje como causante de la diferencia salarial entre hombres y mujeres.
Aunque, lo que no podemos obviar es la causa (círculo vicioso) de por qué las mujeres reclaman una mayor flexibilidad laboral, y es evidente que las tareas del hogar y la dependencia de familiares siguen recayendo en mayor medida en ellas.
El hecho de no tener que primar esa flexibilidad haría posible que muchas mujeres optasen a puestos de responsabilidad mayor, en otras empresas o sectores y con una implicación mayor en la empresa (por tiempo) que les haría tener un salario por hora mayor.
Un trabajo más que necesario para apartar la mirada hostil que tenemos hacia las empresas y empresarios en la creencia de que esa diferencia salarial se debe a la discriminación de las mujeres y a cómo empresarios prefieren pagar más a los hombres por el mero hecho de ser hombres.
En resumen, la brecha salarial entre hombres y mujeres puede reducirse si:
- En el ámbito privado, aprendemos a distribuir mejor las tareas del hogar y,
- En el ámbito empresarial, se aprende a redistribuir los puestos de trabajo implicando una mayor flexibilidad sin que este factor merme la productividad de los trabajadores.
Quizás, muchos de los titulares de algunos medios de comunicación cambiarían si parasen a leerse realmente el trabajo de Claudia Goldin. Me atrevo a decir que hasta no hablarían del tema.